La voz narrativa del Lazarillo de Tormes

El Lazarillo es una larga epístola autobiográfica que se dirige a un destinatario que desea saber la veracidad de los rumores en torno al caso. Así pues, desde las primeras páginas, nuestro protagonista toma de forma inmediata el papel de narrador y se propone explicar por qué vive y soporta dicha situación deshonrosa a través del recuerdo de sus vivencias pasadas. En otras palabras, se convierte en el narrador protagonista de la obra porque no solo protagoniza los hechos que relata, sino que también los cuenta. Sin embargo, a continuación se expondrán sus características más relevantes.

En el prólogo de la obra, el protagonista no solo se limita a presentar su historia y el motivo que lo ha llevado a escribirla, sino que también presenta sentencias provenientes de autores cultos (Y a este propósito dice Plinio1 que «no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena») y ciertas reflexiones en torno a la literatura: 

 […] ninguna cosa se debería romper ni echar a mal […] pudiendo sacar della algún fruto. Porque si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren […] ser recompensados, no con dineros, mas con que vean y lean sus obras […]
 
Por un lado, resulta extraño pensar que un hombre de bajo rango social como Lázaro sea lector o conocedor de las obras de los autores clásicos. Por otro lado, observando el fragmento seleccionado, aún resulta más extraño el hecho de que el protagonista, después de haber pasado tanta hambre y haber sufrido tantas penurias, opine que para un escritor sea más importante que los lectores lean sus obras que obtener dinero por ellas.
Por último, notemos el uso de un lenguaje notablemente culto (en los tratados se usará un lenguaje más sencillo) para alguien que supuestamente nunca ha llegado a recibir educación:

Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticias de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite.


En conjunto, todas estas características demuestran, según la crítica, la existencia de una dualidad en la voz del narrador: la del “yo” narrativo (Lázaro) y la del autor implícito, es decir, la perspectiva del autor anónimo que se irá deduciendo a medida que avanza la lectura. Esta dualidad de la voz narrativa representa una importante innovación literaria.

El Lázaro adulto, el narrador protagonista, rememora su pasado en primera persona con un lenguaje espontáneo y sencillo, cosa que aporta verosimilitud tanto en la psicología del personaje como en la obra en general. Otro aspecto importante es el hecho de que los tres primeros tratados presenten una considerable extensión en comparación con otros. Veamos el siguiente ejemplo extraído del primer tratado, cuando Lázaro da a conocer a su destinatario (y al lector) su linaje y lugar de nacimiento:
Pues sepa Vuestra Merced, ante todas cosas, que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nascimiento fue dentro del río Tormes […] pues siendo y niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo cual fue preso […] Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos […] lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas.

En efecto, Lázaro sugiere que para “dar entera noticia de su persona” Vuestra Merced debe conocer el desarrollo de su infancia, motivo por el que la narración correspondiente a esta época se extiende considerablemente.
Aprovechamos este mismo fragmento para fijarnos en otro detalle, y es que nuestro narrador miente, característica que todavía lo acerca más a la verosimilitud. Lo demuestra el uso de eufemismos sobre la verdad de sus progenitores: su padre es condenado por diversos hurtos, aunque su hijo lo pinta como si fueran actos involuntarios, y su madre ejerce de prostituta. Otro ejemplo más directo lo encontramos en el tratado tercero, cuando Lázaro le dice al escudero: Señor, no bebo vino. En resumen, nuestra protagonista dista mucho de la figura heroica que definían las novelas de caballerías, ya que se trata de un pecador, como mucha gente en la vida real.
En la tendencia a la mentira la crítica detecta la voz del autor implícito como una forma de mostrar su desacuerdo sobre la actitud de este personaje.

Otra característica importante de la voz narrativa es que refleja una evolución del personaje, especialmente a raíz de la experiencia con su primer amo. Por ejemplo, cuando el ciego le propina el coscorrón con la estatua al salir de Salamanca, Lázaro aprende a no fiarse de los otros y adquiere el ingenio y la picardía necesarios para sobrevivir. Más adelante, el hambre y el odio que siente por su amo impulsarán a Lázaro a cometer sus primeros robos, especialmente del vino (con el clérigo afinará más sus métodos de robo).
En conjunto, todos los episodios vividos con el ciego hacen que el protagonista llegue a vengarse de su propio amo, cosa que demuestra que este ha adquirido experiencia y que se ha servido de ella par para sobrevivir. A partir del tercer tratado, observamos uno de los cambios más significativos respecto a Lázaro y es que él será quien decida abandonar a sus amos por su propio pie, sin huidas ni despidos: Y por esto, y por otras cosillas que no digo, salí dél (tratado IV).

Con el siguiente pasaje del tercer tratado (diálogo entre el escudero y Lázaro) identificamos otro rasgos interesante de la voz narrativa del Lazarillo:
Vivirás más y más sano […] Porque como decíamos hoy, no hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco.

Lázaro: Si por esa vía es –dije entre mí-, nunca yo moriré que siempre he guardado esa regla por fuerza, y aun espero, en mi desdicha, tenella toda mi vida.


En efecto, podemos percibir en el narrador una clara ironía que sirve para no agigantar el drama de sus penurias, aunque también es una forma de criticar su estado o aquello de lo que es testigo.

En el tratado V se relata la estancia con el buldero, el amo más interesante de la segunda parte de la obra. Este episodio es un buen ejemplo de cómo Lázaro deja de ser el protagonista de la novela y pasa a ser un observador. En este caso, en la voz narrativa predomina el uso de la tercera persona para narrar las estudiadas maniobras ideadas por su amo para conseguir vender sus bulas, aunque también refleja su intención de mantenerse al margen de los problemas.

En cuanto a la organización temporal, es importante destacar que esta es circular porque, el narrador (el Lázaro adulto que trabaja como pregonero y esta casado) empieza su relato en el presente y con un objetivo para cumplir (satisfacer a la curiosidad de Vuestra Merced sobre las habladurías en torno al caso) y lo termina también en el presente con el objetivo cumplido, pues Lázaro le da a entender a su destinatario que los rumores son ciertos.
En cuanto a los hechos narrados, estos son una larga retrospección sobre sus orígenes. Además de esto, la voz narrativa también contiene algunas anticipaciones, es decir, nos habla de predicciones que más adelante se cumplen en la obra. Un buen ejemplo es cuando Lázaro se pone a trabajar de pregonero de vinos, ya que se cumplen las palabras que le vaticinó el ciego: Yo te digo que si un hombre en el mundo ha de ser bienaventurado con vino, que serás tú (tratado I). En efecto, el vino acaba siendo una de las formas con las que el protagonista se gana la vida en el presente. Lo mismo ocurre con el hecho de que Lázaro termine robando como su padre y termine llevando una vida deshonrosa como su madre (quien ejerce la prostitución y más adelante se arrima a los buenos amancebándose con el negro Zaide), detalle que nos permite afirmar que la obra tiene un cierto enfoque determinista que afirma que los hijos suelen seguir los mismos pasos que sus progenitores.

En definitiva, la actitud indiferente que muestra el protagonista ante el adulterio de su esposa queda justificada al final de la obra, después del relato de las penurias que ha tenido que sufrir para llegar a su posición actual. Según la crítica, este desinterés se considera una forma más del autor implícito de ridiculizar a Lázaro, sobre todo cuando llega a defender a su mujer públicamente:

Mayormente, si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo más quiero y la amo más que a mí, y me hace Dios con ella mil mercedes y más bien que yo merezco. Que yo juraré sobe la hostia consagrada que es tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo. Quien otra cosa me dijere, yo me mataría con él.



 
La otra mano de Cervantes









1Escritor y científico latino, autor de la Naturalis historia.

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